Cuando la mente domina al cuerpo .

6:40 am. Demasiado temprano para ir a la parada. Tenés que hacer tiempo. No queres estudiar más; una semana entera de no dormir por estudiar todas las putas madrugadas hace que empieces a sentir un inevitable rechazo por los libros; no te entra una gota más de sabiduría. Qué haces? “Me tiro un ratito en la cama” pensas “así se me va a pasar la descompostura por haber desayunado tan rápido”. Te acostás pensando “No me tengo que dormir, no me tengo que dormir. A las 7:10 me levanto y me voy a tomar el colectivo. No me tengo que…”

7:10 am. Tu hermana: _ Despertateeee!- Saltas de la cama desorientadísima. Pensas “Qué hora es? Me perdí el recuperatorio? Era mi única chance de regularizar esa materia!” Mirás el reloj; todavía estás a tiempo. Qué alivio! Te paras y de repente lo sentís… Temblas, estás descompuesta, tenés un nudo en la garganta, otro en el pecho, y como ocho más en el estómago. Por qué temblas? Te tiembla todo el cuerpo, todo. No es frío, no es hambre. Es miedo, angustia, terror, pánico, desesperación, locura. Sí, se puede temblar de locura. Lo sentís, lo sabes: Te estás volviendo loca. Es eso y nada más que eso: es tu mente dominando a tu cuerpo. Son tus miedos, fobias, tristezas y decepciones reprimidas que están saliendo a flote; estás explotando. Psicosomática es la materia que estudia mi hermana en la que hablan de estas cosas. Te sentís enferma, más enferma que nunca. Sentís que te vas a desmayar. Y al mismo tiempo sabes que lo que te está pasando no es ninguna enfermedad más que la de tu cabeza. Tu cabeza está enferma. Y te lo repito: Te estás volviendo loca. Pero esta locura ya no es una locura linda y graciosa como la que siempre te acompañó; ahora te estás enloqueciendo en serio, esto es más bien una demencia, una crisis total que te va a llevar al desastre.
No decís nada, haces como si nada. Agarrás una campera, tu mochila y salís. El camino a la parada del colectivo se te hace eterno. Rogas al cielo no desmayarte en la vereda. Te pones los auriculares, querés escaparte con tu música. Te subís al colectivo y así vas… estúpida, paralizada. El nudo en la garganta se va haciendo más y más grande; cualquier cosa que te digan te va a hacer llorar. Ya no querés rendir, te volviste a echar atrás. “Ya fue” pensas “ya estoy acá”, y te bajas del colectivo. Caminas a la facultad, esa puta facultad que tantos kilombos te está trayendo. Entras resignada a que sea lo que Dios quiera y lo ves: un puto cartel que dice que el recuperatorio es dentro de 3 días. La puta madre que los re mil parió! Ayer les preguntaste el horario y, como siempre, te lo dieron como el culo. Ahora parte de tu odio hacia esa facultad se vuelve a justificar: Desorganización. No importa, por más al pedo que hayas ido no te sentís enojada. Caminas tranquila, como nunca, a tomarte un colectivo millones de cuadras más allá. Ya no importa si perdes el que te deja más cerca, ya no importa nada. Querés caminar y caminar, nada más. Querés escribir, vomitarle a la computadora todas las putas ideas que te dan vueltas en la cabeza.

9:00 am. Ya fue, lo hiciste. Ahora andate a dormir.

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