Mi crisis no es una crisis vocacional ni sobre mi maternidad ni de desarraigo... Es una crisis existencial.
En este verano me planteé qué quiero para mi vida, cómo quiero vivir y quién quiero ser.
Antes me preguntaba quién era, ahora me pregunto quién quiero ser. Y ahora me siento en paz.
Ahora siento que por fin tuve el valor suficiente para hacer de mi vida lo que quiero,
para dejar de vivir con las presiones de lo que se espera de mí, de lo que yo espero de mí.
Hoy todo dejó de importarme, a pesar de que hayan cosas que sigan afectándome...
Porque hay una gran diferencia entre que algo te importe y te afecte.
Puedo agachar la cabeza y sentirme mal un rato por algo que me afecte,
pero pasado ese rato vuelvo a mirar para adelante, para arriba, y puedo sonreír en paz
sabiendo que por más daño que me hagan algunas cosas yo voy a ser feliz.


Siempre me hace bien volver a mi tierra para aclarar mi cabeza...
Nunca están de más unas buenas vacaciones,
unas buenas charlas con mi mamá,
un buen tiempo de ocio para poder pensar bien las cosas.
Y entonces me encuentro en plena puna jujeña,
acostada en una carpa respirando aire puro y pensando
"Esto es lo que quiero para mi vida"...
Y me encuentro abriendo un libro que acaba de devolverme mi abuelo
y leyendo así a la primera, como mensaje del destino:


PIEDRA SOLA
Poemas del Cerro
En la montaña toda fuerza definida se convierte en ejemplo.
A la vera del camino hay una piedra enorme, mostrando a los vientos la grandeza de su soledad.
Quién sabe qué tempestades desataron los genios de la montaña
para arrancar ese pedazo de cumbre y hacerlo rodar hasta el valle.
Y esa piedra conserva en el llano la misma solemnidad de cuando era cumbre,
de cuando ofrecía su atalaya de granito a los cóndores.
Piedra sola supo de cielos claros, de soles ardientes y de lunas vagabundas,
de nieves implacables, de vientos libres, de alas potentes y de vertientes misteriosas.
Piedra sola no cayó para ser olvidada.
Tal vez comenzara ahí, en el valle, su verdadera misión, su verdadero destino,
a la par de los cardones, protegiendo a los arrieros con su sombra.
Para el viajero que pase y la mire con ojos de turista,
Piedra sola es un peñasco enorme, parado junto al camino, y que no tiene ninguna significación.
No servirán los ojos para mirar hacia arriba y descubrir el hueco dejado en la cumbre
desde donde rodara la noche del huracán.
No alcanzarán los ojos a ver las cenizas junto a la piedra,
donde tantos viajeros de la vida levantaron sus fuegos para protegerse del frío.
No alcanzarán los ojos a penetrar la grandeza del peñasco,
que en el valle no es una piedra más, sino la Piedra sola, que es fuerza, definición, ejemplo y símbolo.
Más que una derrota, su posición es un triunfo.
Hay que creer en la Verdad de todas las cosas de la naturaleza.
Las piedras cuando son de un solo bloque tienen un alma grande.
En esa alma, la montaña guarda todo su secreto, todo su silencio, toda su fuerza...
Piedra sola es el símbolo de una vida.
Es la fuerza de un espíritu que se ha mantenido firme a través de todas las angustias.
Hay seres contra quienes la vida desata de pronto un vendaval de sombras y abismo,
y los derrumba sin cauce ni ritmo, dejándolos ahí, junto a un camino cualquiera, como una Piedra sola...
Pero no son cosa muerta en el paisaje.
El dolor, cuando se lo sabe sufrir con dignidad,
crea fuerzas que agigantan el espíritu y aclaran el horizonte.
Hay seres que pueden mostrar su entereza y dar, en la cumbre o en el llano,
el ejemplo de un valor puro, de una emoción pura.
Muchos destinos que parecen llamados a darse a la vida en un gran continente,
terminan realizándose de verdad en un terreno humilde y claro, en un espacio pequeño,
pero lo suficientemente apto para que se cumpla la misión de vivir con el pensamiento y con el corazón.
Es la Verdad que se va realizando en el silencio de una pena bien guardada.
Es el símbolo de un espíritu que ha llegado a la serenidad por los caminos del dolor.
Eso es Piedra sola.

Y es que ahora entiendo que no nací para ser grande, sino para ser feliz.

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